Atada a la cama
luna llena, cara blanca
descansan a la fuerza
todas sus arrugas
no se oye ni un soplido
todos están dormidos
los labios, casi sellados
entra justa una moneda
el cuerpo, de piedra
una figura durmiente
tapando el vacío presente
tranquila, despreocupada
los pies, en ligero ángulo
apuntan más allá
del indiferente techo
a los vastos cielos.
Al aproximarse
la escena desgarra
la hebilla clavada
en el último agujero.