Lleva con el casco
desde los cinco años,
derribando barreras,
rompiendo los esquemas,
siempre cerca del podio,
o en uno de sus peldaños,
su aita, un apasionado,
les montó sobre ruedas,
ellos aceleraban,
ella moría por ganar
todas las carreras,
enseguida llegaron
las palabras cargadas
de picor y desprecio,
las miradas fulminantes
encadenadas a extrañas
ideas dominantes,
y ahí sigue, en su sitio,
sobre la pista lisa,
saltando con fuerza
cada una de las vallas.