No sabes cuánto me alegro
de ser tu prisionero,
siento tus cadenas
por todo mi cuerpo,
me haces volar muy muy alto,
estoy seguro en el vacío,
la pesada bola
se vuelve ligera,
y yo acaricio aliviado
el grillete, y me agarro a él,
cuánta paz, y qué placer,
no me quito el traje a rayas
ni para salir a la calle,
realza mi figura,
ilumina mi cara,
por tí sí merece
la pena estar preso.