La moto me ha enseñado algo importante: te subes a la vida... y arrancas… sabiendo que solo el pánico y no estar enfocado en una finalidad te hará caer. Aguantas el equilibrio y aceleras un poco porque sabes que adquirir una velocidad constante es tu aliada. Cuando coges confianza, (no antes) aceleras algo más y sabes que has de cambiar con gestos lo que tu mente demanda, para que entre una nueva dinámica en tu vida. Y el resto, aprender, aprender y aprender. Y practicar. Vivir sensaciones que disfrutar, constancia, superación, entendimiento, aprender a frenar sin clavarte ni caerte, parar, descansar, arrancar de nuevo, sacar fuerzas incluso de donde crees que no las hay, apretar, buscarle las curvas al destino. No es mirar al frente y olvidarte del camino recorrido, es ser consciente de cada tramo, de cada aprendizaje y sensación, dejar en los ojos las bellezas que atraviesas por si decides volver por el mismo lugar por el que has ido.
Y si tienes la suerte de compartir viaje y sensaciones perfecto, si no vete solo, conocerás por el camino.
Y si no sabes cómo conducir tu vida, cómprate una moto. 😀