Hablas de empatía, pero prefieres la compañía de
los aparentes triunfadores de pacotilla. El mantra actual es la empatía, fingir
sentirse hondamente emocionado y preocupado por las desgracias ajenas, ponerse
en el lugar del otro para compartir su sufrimiento actual y alegrarse de sus
éxitos si alguna vez se producen. Reivindico mi derecho a preocuparme
exclusivamente por mi y los míos. No puedes resolver los problemas del mundo si
no eres capaz de atender adecuadamente a tus seres queridos, sin condiciones y
hasta el final. Es como la solidaridad, otra estratagema de los poderosos para extraer
el dinero de los cuatro Untermenschen que trabajamos y destinarlos a causas supuestamente
nobles – básicamente un chantaje emocional por el privilegio blanco como dicen
en los EE.UU. o la suerte que hemos tenido de haber nacido en Euskadi que diría
el lehendakari. Pero, cuando alguien de tu casa necesita ayuda por la
dependencia, pasan meses antes de la visita, la valoración y en su caso la
concesión durante los cuales tiene que pagar de su bolsillo o del de sus
familiares, aunque eso no importa porque, al fin y al cabo, somos ciudadanos,
que pagamos los impuestos, cumplimos las leyes y nunca salimos a protestar y
menos a organizar algaradas. Quiero que me devuelvan la vida en la que sólo
tenías que respetar a tus vecinos y no cometer delitos, sin responsabilizarte
de las carencias ajenas