Monólogos
Se me acusa de dedicarme a monólogos. No de los
supuestamente graciosos popularizados por una imitación servil de la stand-up
comedy estadounidense (cuanto más se les odia tanto más se les copia en todas
las modas estéticas e ideológicas y no en lo que les ha permitido ser una
democracia liberal más de 250 años). Es difícil poder entablar un diálogo en un
chat general, probablemente el peor invento en materia de redes sociales. Siempre
hay gente ociosa dispuesta a embestir contra el primero que se salga de la
santísima trinidad de fiestas, alcohol y ligues reales o imaginarios. Hay una
herramienta que se llama bloquear – en otros sitios ignore, que obra milagros
para dejar de leer a quien no te interesa. No hace falta descalificar sistemáticamente porque hay un dicho
inglés con el que no estoy de acuerdo plenamente: sticks and stones may break my bones, (but words can never hurt me) – palos y piedras pueden
romperme los huesos (pero las palabras nunca pueden herirme). Es falso. Cada
agresión verbal duele, no lo mismo, por supuesto, que las físicas pero
contribuyen a la baja autoestima y al deseo de desaparecer de cualquier contexto
donde haya que tratar con gente o incluso de poner punto final. Y las
ideaciones suicidas no tienen nada de glamurosas aunque hagan series en las
plataformas de pago – tal vez para promover su puesta en práctica entre los más
sugestionables.
Algo que
contribuiría a la reducción de la impunidad de las divas y los matones sería la
obligatoriedad de un registro con nombre y DNI, aunque los expertos afirman que
también se pueden generar DNIs falsos, porque lo de la foto como garantía de que
estás hablando con alguien real falla del todo. SI hacemos caso a ese criterio,
podéis hablar hasta con Carmen Lomana, y es extraño que se pierda por aquí
dejando la vida mundana de la capital. Y luego están los sabuesos dedicados a
localizar a usuarios, diciendo éste es aquel, a por él. Gracias por su
fidelidad perruna a sus amos.
No pienso huir de nuevo y borrar el perfil. Quedará tal cual como testimonio y advertencia a incautos con problemas de ansiedad social que crean que la experiencia en el mundo virtual va a ser más gratificante que en el único mundo realmente existente. Por supuesto, no voy a volver a entrar en el chat general ni voy a seguir a nadie en la página – algo que parece despierta indignación incoherente. Si no quieren que las sigan, que lo pongan en una breve nota en su perfil, o directamente que no entren. Tampoco creo que merezca la pena hablar con nadie en chat privado porque no sería descartable que me tiendan una celada, convenciendo a otra persona con la que no haya tenido trato anteriormente para descubrirme y darme lo que ellos consideran que es mi merecido por entrometerme. Es patético pero a esto lleva el deseo de formar parte del grupo y obedecer a los machos y hembras alfas de la manada
https://www.youtube.com/watch?v=ssGqxC7j2bw
No sabes cómo sufrí (María Ostiz)