Había aprendido de sus progenitores lo que de verdad importa en la vida, pero no de una forma académica, teórica, sino más bien con el ejemplo de sus comportamientos en el día a día.
Apenas tenía redes sociales - únicamente whatsapp para no quedar en la más absoluta marginalidad - y se compadecía de las imágenes idílicas publicadas en Instagram y Facebook que le enseñaban por cuanto intuía que podía haber detrás de ellas.
Se hallaba con su familia en la sala de estar de un hospital en el que iban a intervenir a su padre de una dolencia cardíaca. Habían hablado con el doctor que le iba a operar y éste les había informado de los riesgos que comportaban la intervención advirtiéndoles de esa forma de unas posibles consecuencias adversas.
El cirujano les dejó a solas para que tuvieran unos minutos de intimidad antes de la entrada en quirófano.
Y allí mismo vivió unos momentos de tal intensidad emocional que cuando los evoca provocan en su estado de ánimo una energía diríase positiva que para sí la quisiera todos los días y en todo momento.
Se habían despedido su hermana y él de su padre - "bueno papá, todo va a ir bien, te vemos en unas horas" - y habían dejado a solas al matrimonio que llevaba consigo un recorrido de casi 50 años juntos, aunque se conocían desde otros casi 30 antes-.
Durante unos segundos se quedó mirando la estampa que representaban sus padres. No hablaban. Solo se miraban. Callados, con una leve sonrisa que indicaba que pasara lo que pasara habían sido muy felices el uno con la otra, y viceversa, agradeciéndoles a la vida el regalo de haberles dado la oportunidad de conocerse y de construir juntos un proyecto común.
Y allí mismo, en ese instante, la mirada entre sus padres se reveló - cual negativo que tras su paso por los líquidos adecuados se transforma en una imagen fotografica en papel- y quedó grabada en su subconsciente, y se dijo a sí mismo que no habia en Instagram imagen alguna que representara lo que aquélla.