Poesía Bilbao  31 oct 2017

Renace amor, renace que te apagas

Aléjate de mi presencia que la vorágine me mata,

Aléjate de mi lado que tu sinuosidad repele mi malestar.

Y lo necesito, lo necesito sin causa y sin pretender curar.

Lo digo de frente, de cara al rechazo y el odio,

Con mis entrañas envenenadas y los ojos llorosos.

Acercate si tu mal es cierto y si te desgarras solito.

Si jamás, jamás conociste amigo alguno

Y tu soledad llama al rechazo.

Todos cierran los ojos,

los cierran porque ya hay demasiada angustia en la vida de cualquiera.

Sus caminos me aterran porque llaman a la muerte.

Lagos y lagos de lágrimas, manchadas no de pena, no de congoja sino de arrebato.

Arrebátate, arrebátate mujer que tus manos son santos para penurias,

Que tu voz es alegría y pasión como con la familia,

Y tu olor, la auténtica sensatez del caos del día a día.

Y a ti mujer, hermana, y a ti hombre, hermano, sal de tus dominios

y abarca con tu cuerpo y canto toda la luz que esta tierra te otorga.

Mi lengua está formada por un casi olvidado idioma, mi erromintxela.

Costa de antiguos marineros en la lejanía,

con el corazón partido entre dos amores demasiado distintos.

Casa y mar. La firmeza al tacto y el movimiento entre suspiros.

Creeme, confía en mí cuando te digo que tu frialdad la comprendo,

Que lo templado se agotó cuando nuestras almas se perdieron al dejar de crecer y llegó el olvido.

Mi pureza se perdió con la inocencia,

con la destrucción del amor de ver con mirada cristalina.

Porque la brutalísima crueldad apagó cualquier posible rostro agudo y de nuevo renacido.

Ay dolor, dolor mío,

Cómo me engañas al dormirte cerquita del fuego…

¿Pero cuando se apaga qué?

Vuelves de nuevo a mi lado con más carnaza para el enfermo.

Y duele y duele, me comes por dentro mientras yo pido compasión y al cielo ruego.

¡Anda Vete lejos y nunca me vuelvas a gritar de este modo.

No más condena para mi pobre carita sucia a base de golpes y palos.

No más, no más, que mis manos ya no tiemblan al acariciar mi belleza gitana.

Pájaros en mis ojitos ahora y la tierna rosa, húmeda en mi boca.

Qué rica, pero qué rica estoy al mirarme en el rio mientras juego y sonrio.

Pero que rica, que rica que estoy.





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