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Bilbao
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Hay momentos en los que uno simplemente decide quedarse en casa, no por miedo al mundo ni por rechazo a los demás, sino porque ha descubierto un tipo de paz que no necesita ruido para sentirse vivo. En un mundo que constantemente nos empuja a estar en movimiento, a socializar, a vivir deprisa y a llenar los silencios con sonidos, hay quienes han aprendido a valorar el arte de la calma.
Estar en casa, en silencio, con una taza de café, un libro, una película o simplemente con los propios pensamientos, puede ser una experiencia profundamente sanadora. No es aislamiento, es elección. No es tristeza, es armonía. Es reconocer que a veces no se necesita más que el propio espacio, la luz suave de la tarde entrando por la ventana y el susurro de la tranquilidad para sentirse completo.
No se juzga a quien prefiere la fiesta, el bullicio, las risas compartidas en medio de multitudes. Cada quien encuentra su felicidad donde su corazón se siente más libre. Pero tampoco debería juzgarse a quien elige la compañía del silencio, del descanso, del tiempo para uno mismo. Porque hay personas que en medio de una habitación silenciosa encuentran respuestas, se reconectan, se reconstruyen.
Y es que la verdadera paz no siempre está allá afuera. A veces, está justo aquí, entre cuatro paredes, donde no se necesita aparentar nada, donde uno puede ser completamente uno mismo. Si estar en casa te llena el alma, si ese momento de calma es lo que más anhelas, entonces quédate. Disfrútalo. Vívelo sin culpa. Porque en un mundo que grita, tener la capacidad de amar el silencio es un regalo.
Me encanta la informática, puedo enseñarte a disfrutar de ello, un beso a todos.
Me encantaría buscar y encontrar amigos de Bakio, viví allí entre los años 1970 y 1980, un beso a todos el mundo.